El expresidente uruguayo José «Pepe» Mujica, una de las figuras más emblemáticas y queridas de la izquierda latinoamericana, será cremado y sus cenizas enterradas en su chacra, ubicada en las afueras de Montevideo.

Este acto cumplirá el deseo que él mismo expresó en vida: reposar junto a su perra Manuela, una mascota de tres patas que lo acompañó durante muchos años y se convirtió en símbolo de su estilo de vida sencillo y austero.

«Mi futuro destino está abajo de ese escollo, donde está enterrada Manuela. Cuando me muera me van a quemar y me van a enterrar ahí«, dijo Mujica en una de sus últimas entrevistas, dejando claro que quería permanecer eternamente junto a quien fue su compañera fiel.

El pequeño rincón de su chacra donde está enterrada Manuela será también el lugar donde reposen sus restos, cumpliendo con un deseo cargado de afecto y coherente con la vida cercana a la tierra que siempre defendió.

“Este cacho que estamos arriba del planeta es el paraíso y el infierno, todo junto. Venimos de la nada y vamos a la nada. Que la vida es la aventura de las moléculas, en todas sus formas”, señaló en el reportaje que brindó a fines de 2024. Y luego matizó: “Ojalá que me equivoque”. El expresidente uruguayo dijo que su deseo es que exista “un más allá”, aunque no cree en eso.

“Mi futuro destino está abajo de ese escollo, donde está enterrada Manuela. Cuando me muera, me van a quemar y me van a enterrar ahí”, dijo, señalando una mesa que tenía cerca.

 

En 2018, tras la muerte de su mascota, Mujica renunció a su banca en el Senado y confesó extrañar al animal.

 

Manuela había nacido en Paysandú y era hija de Dunga, la perra de la hermana de Topolansky. Fue una vecina de Mujica quien le puso ese nombre por la tortuga Manuelita. “Ella es medio marca perro, pero tiene algunas características de Foster”, contó en un reportaje, cuando todavía era presidente de la República. Antes de ser castrada, la mascota del matrimonio presidencial tuvo tres crías con perros del barrio en el que vivían, en las afueras de Montevideo.

 

Manuela no fue la primera mascota de Mujica y Topolansky, recuerda el artículo. Antes tuvieron una perra ovejera alemana. A los dos animales les costó hacerse amigos, pero finalmente lograron ese vínculo cercano y “salían a cazar juntas”.

 

Pero la perra ovejera fue envenenada y Manuela quedó como la “reina de la casa”. Ahí comenzó a tener algunos permitidos: podía, por ejemplo, estar adentro de la casa y hasta dormir al lado de la cama de Mujica y Topolansky.

Fue hace aproximadamente 20 años que la perra de Mujica perdió una de sus patas como consecuencia de un accidente con el tractor que manejaba el dirigente político. Manuela fue corrida por otros perros mientras acompañaba a su dueño en tareas rurales. Cuando escapó, fue en dirección al tractor. Mujica intentó frenar, pero no evitó llevársela por delante.

El tendón del animal quedó colgando y otra perra cazó la pata que estaba herida, según El Observador.

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